EL HOMBRE ES MORTAL POR SUS TEMORES E INMORTAL POR SUS DESEOS

miércoles, 8 de septiembre de 2010


La luna color ámbar tiembla solitaria en el cielo, los ojos negros del mono la ven suspendida en silencio mientras la noche los acoge cálidamente. El mono siente que algo fuerte nace dentro de él, algo con un significado importante está a punto de suceder. Comienzan a crecer los tambores en su pecho incendiando cada una de sus venas, todos los recuerdos (como breves fragmentos de muchas películas) exhalan de su cuerpo flotando sobre la hierva ante sus ojos cerrados, el mono es envuelto en una melodía llena de nostalgia. La luna llora en sus ojos.
El solo hecho de vivir implica un problema, una resistencia, un peso.
Bajo la luna el mono vive y recuerda, vive y recuerda, y entre ellos, un mar de ideas y posibilidades fluye movido por las esperanzas.
El mono observa con tristeza, ya que sabe que hay algo suyo en el cielo que nunca tendrá.

viernes, 20 de agosto de 2010


Todo comienza como un pequeño capricho, una necedad por solucionar un problema que nosotros nos hemos creado. Las decisiones crean contracorriente, turbulencias.
El mono cree. Sentado en la punta de un enorme árbol lejos de toda preocupación, el pequeño mono observa la selva tranquila y cree. Todas esas plantas y animales mezclados uniformemente, bailando movidos por una fuerza ajena, toda aquella unidad le crean un hoyo negro en el pecho que succiona y presiona. Él se siente diferente, y más que eso, él se siente extraño, fuera de lugar, solitario. Cree que de tanto creer, se ha quedado solo, y ahora cree con más fuerza que nunca, que puede recuperarlo todo.
lo que el mono no sabe allá arriba en su árbol, es que las cosas van y vienen hasta que dejan de venir, y es entonces que uno debe bajar y caminar un rato, mojarse las patas y las manos de lodo, comer algo de hiervas y tirar la panza al sol mientras una espina se clava en tu espalda, tirarse un pedo y esperar la cachetada, echar una buena caca y, si su consistencia lo permite, tomarla y darle una buena calada antes de dejarla y seguir adelante.
El mono abre los ojos y trata inútilmente de ver el suelo bajo la maleza, la tierra firme bajo sus pies. Únicamente siente el vaivén del aire que lo acurruca e incita a quedarse, a gozar de la estable inestabilidad de creer en un pequeño mono igual a él mismo, que baja y va y viene, un pequeño mono que sería otro diferente de no ser por el movimiento en la panza que indica la necesidad de una buena caca, de que es tiempo de hacer algo.